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    Elon Musk y Joe Rogan: una conversación en podcast que refleja una era dividida

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    El telón de fondo de un cambio digital

    Dos iconos de la revolución cultural digital se reunieron en un estudio poco iluminado de Austin (Texas) el 1 de marzo de 2025. Elon Musk, el multimillonario que oscila entre la genialidad y la megalomanía, tomó asiento frente a Joe Rogan, el ex comentarista de artes marciales y cómico cuyo podcast se ha convertido desde hace tiempo en la plataforma de medios alternativos más importante de Estados Unidos. Lo que siguió no fue una entrevista al uso, sino una expedición de tres horas por el laberinto de la mente de Musk: un caleidoscopio de visiones tecnológicas, provocaciones políticas y confesiones personales que revelan más sobre nuestra sociedad que cualquier estudio sociológico.

    Los dos hombres parecen familiarizados el uno con el otro - no es de extrañar, esta es la quinta visita de Musk al programa. Pero esta vez lo que está en juego es mucho más importante que durante su infame aparición en 2018, cuando un solo movimiento en un antro hizo que el precio de las acciones de Tesla cayera en picado. El Musk de 2025 ya no es solo un visionario de la tecnología, sino un arquitecto del poder político, profundamente integrado en el aparato gubernamental de la segunda administración Trump.

    La máquina de la polémica: de las acusaciones nazis a la autodefensa

    El podcast comienza con la aparente ligereza de dos viejos conocidos bromeando sobre la última creación de Musk, el anguloso Cybertruck. "Estas puertas parecen sacadas de una película ciberpunk", comenta Rogan entre risas. Pero el tono cambia bruscamente cuando surge la primera polémica: El polémico gesto de Musk en la toma de posesión de Trump, que muchos interpretaron como un saludo nazi.

    "Espero que la gente se dé cuenta de que no soy nazi", dice Musk mientras sus dedos cortan inconscientemente el aire. "Ahora ya no podré volver a señalar nada en diagonal". La justificación oscila entre la ironía y la indignación, un patrón retórico que caracterizará toda la velada.

    Rogan, siempre hábil dialogante, elude las implicaciones más profundas con una broma: "Probablemente deberías cambiar a gestos horizontales". Lo que queda por decir: Musk había respondido a la polémica en X (antes Twitter) con chistes nazis, avivando aún más el fuego. Es un primer ejemplo de cómo Rogan despliega personalidades con maestría, pero rara vez da una respuesta crítica.

    "Lo más irónico es que, literalmente, he hecho más para que la IA no se vuelva autoritaria que probablemente cualquier otra persona del planeta".
    - Elon Musk

    DOGE: La excavadora en la jungla burocrática

    Como un cirujano que realiza una precisa operación a corazón abierto, Musk disecciona las estructuras del gobierno estadounidense en su papel de jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE). "Hemos creado la primera amenaza real a la burocracia", explica con indisimulada satisfacción. Sus ojos se iluminan cuando enumera las cifras: 1.900 millones de dólares a una ONG sin actividad verificable; bases de datos con 20 millones de personas fallecidas que figuran como vivas; pagos opacos al extranjero en nombre de la "prevención del ébola".

    "Lo llaman investigación sanitaria, pero quizá estén criando el próximo patógeno", dice con una mezcla de sarcasmo y convicción. "Podríamos ahorrar al menos 100.000 millones de dólares, simplemente con categorías de pago transparentes".

    Las cifras suenan impresionantes, pero los verificadores de hechos señalarán más tarde que muchas de estas "revelaciones" han sido documentadas por la Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno durante años. La diferencia: Musk envuelve las críticas conocidas en una revolución de retórica de Silicon Valley y carisma de outsider.

    En un momento dado, Musk baja la voz como si estuviera compartiendo un secreto peligroso: "Espero que no me maten por exponer demasiada corrupción". Parece una broma, pero se presenta como una narración calculada: el héroe solitario contra el sistema, una narración que resuena perfectamente en la audiencia de Rogan, principalmente masculina y escéptica ante las instituciones.

    La bomba de relojería demográfica: la Seguridad Social como "esquema Ponzi"

    Quizá el momento más explosivo de la conversación llega cuando Musk describe el sistema de pensiones estadounidense como "el mayor esquema Ponzi de todos los tiempos". Lo explica con la certeza inquebrantable de un matemático:

    "La deuda nacional real es el doble si se tienen en cuenta las obligaciones futuras. Tenemos una mayor esperanza de vida y unas tasas de natalidad en descenso: es la bomba de relojería demográfica perfecta."

    Su análisis, formulado con la franqueza de un CEO tecnológico acostumbrado a decir verdades incómodas, desencadena de inmediato una conmoción política. Los demócratas le acusan de socavar el Estado del bienestar; los republicanos se debaten en la contradicción entre sus críticas y su propia reticencia a tocar programas sociales populares.

    Paul Krugman, Premio Nobel de Economía, criticará más tarde el cálculo de Musk como una "peligrosa simplificación excesiva". Pero en este momento, en el estudio de Rogan, la explicación de Musk parece un juramento de revelación, un raro momento de claridad en un mundo lleno de evasivas políticas.

    Inteligencia artificial: la delgada línea que separa la redención de la extinción

    "En 2030, tendremos una IA que superará colectivamente a todos los humanos", predice Musk con una mezcla de asombro y preocupación en su voz. Sin embargo, a continuación advierte de una "IA niñera súper supresora", una inteligencia artificial que podría imponer la conformidad ideológica.

    Esta aparente contradicción -ser a la vez el arquitecto y el adalid de una revolución de la IA- personifica la paradoja central de Musk. Habla de su chatbot Grok, que supuestamente "busca la verdad", en contraste con sistemas competidores como ChatGPT de OpenAI (empresa de la que fue cofundador pero de la que se distanció más tarde). Para demostrar su imparcialidad, pide a Grok que analice teorías conspirativas sobre las reservas de oro en Fort Knox.

    "¿Eres un maldito teórico de la conspiración?", le pregunta a su propio chatbot entre risas, un momento surrealista que ilustra los difusos límites entre el desarrollo tecnológico y la agitación política.

    La solución de Musk a la amenaza de la IA reside en Neuralink, su interfaz cerebro-ordenador: "Una tercera capa de cognición que aumenta la voluntad humana, no la sustituye". Cuando Rogan le pregunta por las posibilidades de éxito, Musk responde: "80% de posibilidades de un resultado positivo", una cifra que suena más a corazonada que a cálculo científico.

    Guerreros de la cultura: de J.Lo a Diddy pasando por el "Gran Reemplazo"

    En un giro inesperado, Musk abandona el terreno tecnológico y entra en el campo de batalla de las guerras culturales. Critica a Jennifer López por su apoyo al Partido Demócrata: "¿Advierte sobre Trump, pero no sobre Diddy?". La referencia a la pasada relación de López con el rapero Sean "Diddy" Combs, implicado en acusaciones de abuso, parece inicialmente un golpe bajo, pero resulta ser parte de una narrativa más amplia.

    Cuando Rogan señala que muchos de los partidarios de la vicepresidenta Harris han asistido a las infames fiestas de Diddy, Musk asiente significativamente. El subtexto tácito: una élite que predica superioridad moral, pero que ella misma nada en aguas de dudosa moral.

    Las cosas se vuelven aún más explosivas cuando Musk sugiere que las "élites" quieren "reemplazar a los estadounidenses blancos", un eco inequívoco de la teoría del "Gran Reemplazo" que circula en los círculos de extrema derecha. Rogan, por lo demás un hábil conversador, lo deja en un vago "Interesante", una oportunidad perdida para cuestionar críticamente la retórica cada vez más radical de Musk.

    Estos momentos ilustran la transformación de Musk de empresario tecnológico a actor cultural y político, un papel que le ha granjeado nuevos seguidores, pero que también ha creado profundas desavenencias con sus antiguos admiradores del campo progresista.

    El visionario en transición: entre los sueños de Marte y el pragmatismo político

    Entre los temas de peso, aparece una y otra vez el Musk de siempre: el soñador tecnooptimista cuyo entusiasmo puede ser contagioso. Se le iluminan los ojos cuando habla de los planes de SpaceX para Marte ("una cuestión de guerra o paz para la humanidad") o de robots sexuales controlados por inteligencia artificial ("técnicamente factibles en cinco años").

    Sus comentarios sobre "señoritas peludas" y "alienígenas avatares" recuerdan al Musk que se fumó un porro con Rogan en 2018, pero el contexto es ahora completamente distinto. El antiguo outsider se ha convertido en un insider, sus bromas llevan el peso del poder institucional.

    Esta transformación se hace especialmente evidente cuando habla del conflicto de Oriente Próximo. Su chiste sobre "embargos de garbanzos contra Hamás" roza peligrosamente el cinismo. Es como si estuviéramos viendo a un hombre que ha aprendido el lenguaje de la clase dirigente, pero que sigue luchando con el tono de voz.

    Medios de comunicación, poder y el nuevo orden de la información

    "Ahora es literalmente difícil leer el New York Times", dice Musk con indisimulada sorna. "Han dilapidado su confianza". Su crítica a los "grandes medios" no es un elemento secundario, sino un componente central de su autoescenificación como buscador de la verdad en un mundo lleno de "propaganda coordinada".

    En este contexto, el podcast de Rogan aparece no sólo como un formato de entretenimiento, sino como una institución mediática alternativa: un espacio en el que Musk puede presentar su versión de la realidad sin el filtro crítico de los periodistas tradicionales. Esta dinámica refleja un cambio cultural más amplio: la erosión de la confianza en los medios establecidos y el auge de formas de comunicación más directas y menos estructuradas.

    El éxito de este formato es innegable. Mientras que la conversación en directo de tres horas atrae a más de 7 millones de telespectadores, el telediario más visto de la misma noche sólo llega a 2,5 millones. Se trata de una nueva ecología de la información en la que la autenticidad -o al menos la apariencia de ella- cuenta más que las normas editoriales.

    La paradoja de Musk: el contradictorio arquitecto de nuestro futuro

    En los últimos minutos del podcast, la ambivalencia fundamental que encarna Musk se hace más pronunciada: Advierte de los apocalipsis de la IA al tiempo que presiona para que se produzcan; lucha contra la burocracia al tiempo que dirige una agencia gubernamental; denuncia la cultura de la cancelación al tiempo que él mismo "cancela" a sus oponentes. Es esta paradoja la que le convierte en la figura perfecta para nuestra era dividida.

    Cuando Rogan le pregunta qué le quita el sueño, Musk responde con una sola palabra: "El futuro". En ese momento, toda arrogancia parece desprenderse de él, y por un breve instante se vislumbra al hombre detrás de la marca: un hombre que tiene el poder de cambiar el mundo y es consciente de la responsabilidad que ello conlleva.

    El podcast termina como empezó: con risas sobre las puertas de Cybertruck. Pero las secuelas resonarán durante semanas. En tertulias, campus universitarios y foros en línea, las declaraciones de Musk serán diseccionadas, interpretadas e instrumentalizadas. Los demócratas lo tacharán de oligarca tecnológico, los republicanos lo celebrarán como un valiente reformista. Los expertos en ética de la IA debatirán sus predicciones, mientras los memes sobre el "saludo nazi" se arremolinan en las redes sociales.

    En una época en la que los podcasts son el nuevo Ayuntamiento, este único episodio reveló más sobre nuestro paisaje cultural y político que volúmenes enteros de análisis sociológicos. Mostró a un hombre atrapado entre la genialidad y la megalomanía, entre el altruismo y el egocentrismo, y por tanto un reflejo de nuestras propias contradicciones colectivas en una época de cambios acelerados.

    Elon Musk no es sólo un arquitecto de nuestro futuro: es su embajador más controvertido. Si sus visiones nos llevarán a una utopía o a una distopía sigue siendo la gran incógnita del siglo XXI. Pero una cosa es cierta: todos nos hemos convertido en espectadores de un experimento cuyo resultado nadie puede predecir, ni siquiera el propio Musk.

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