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    Europa, el gigante dormido

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    LA HORA DE LA VERDAD PARA EUROPA: ATREVERSE CON LA SOBERANÍA O PERECER

    Europa se encuentra en un punto de inflexión histórico. La reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos en noviembre de 2024 marca el fin definitivo de una era en la que el continente podía instalarse cómodamente a la sombra de las garantías de seguridad estadounidenses. Este punto de inflexión obliga al viejo continente a hacer balance y a reorientarse radicalmente. El tiempo del autoengaño ha terminado.

    El mito de la asociación transatlántica

    La asociación transatlántica, idealizada durante décadas como la base inquebrantable de la seguridad europea, se está revelando ahora como lo que en realidad siempre fue: un acuerdo en el que Europa cambió su autonomía estratégica por protección militar. La descarada política de Trump de "América primero" no hace más que poner de manifiesto lo que los observadores astutos saben desde hace tiempo: los intereses estadounidenses siempre tendrán prioridad sobre los europeos.

    El nuevo presidente estadounidense ha amenazado repetidamente con relativizar las obligaciones de asistencia de la OTAN y no oculta que está más cerca de Rusia que algunos aliados europeos. Sus anuncios de imponer aranceles punitivos a los productos europeos y de reducir drásticamente el apoyo a Ucrania no son amenazas vacías. Son la llamada de atención que Europa necesitaba.

    La larga sombra de China

    Mientras Europa ha vivido en las últimas décadas en su mundo de ensueño posmoderno, China ha trabajado constantemente en su posición de potencia mundial. La Nueva Ruta de la Seda, las inversiones masivas en tecnologías del futuro y las inversiones estratégicas en infraestructuras europeas críticas son pruebas de una estrategia a largo plazo que Europa no tiene nada comparable que ofrecer.

    La ingenuidad de Europa en sus relaciones con China es irresponsable. Mientras Pekín crea sistemáticamente dependencias en África y Asia y amplía su ventaja tecnológica en ámbitos clave como la inteligencia artificial y la computación cuántica, Europa se pierde en debates internos sobre la reducción de la burocracia y las subvenciones agrícolas.

    Los déficits existenciales

    Las debilidades de Europa son autoinfligidas y existenciales:

    Colapso demográfico: En un declive demográfico sin precedentes, las sociedades europeas se encogen y envejecen rápidamente. Alemania, Italia y España lideran esta evolución catastrófica. Los sistemas sociales se colapsarán bajo esta carga a menos que se introduzcan reformas radicales.

    Atraso tecnológico: La economía digital europea no desempeña ningún papel a escala mundial. Ni una sola empresa europea puede competir con los gigantes tecnológicos estadounidenses o chinos. La dependencia del software estadounidense y del hardware chino se está convirtiendo en una trampa estratégica.

    Vulnerabilidad energética: La precipitada salida de las fuentes de energía convencionales, combinada con la dependencia del suministro de gas ruso, ha llevado a Europa a una peligrosa trampa energética. El proceso de transformación ecológica se está convirtiendo en una prueba de fuego económica, mientras que Estados Unidos se independiza gracias al fracking y China se hace sostenible mediante inversiones masivas en energías renovables.

    Impotencia de la política de seguridad: Los presupuestos europeos de defensa siguen siendo insuficientes a pesar de todas las declaraciones de boquilla tras la guerra de Ucrania. La fragmentación de la industria de defensa provoca ineficiencias y falta de eficacia. Europa no está en condiciones de garantizar su propia seguridad, y mucho menos de actuar como una fuerza global de orden.

    El dilema moral

    A Europa le gusta definirse por sus valores: derechos humanos, democracia, Estado de Derecho. Sin embargo, esta reivindicación moral choca regularmente con las necesidades de la realpolitik. El pacto europeo de refugiados con Turquía, la aceptación tácita de los campos de internamiento libios y la indignación selectiva por las violaciones de los derechos humanos en función de la importancia económica del país revelan un profundo abismo entre aspiración y realidad.

    Esta ambigüedad moral socava la credibilidad de Europa como potencia normativa. O Europa defiende con coherencia sus valores, aunque le duela económicamente, o se abstiene de moralizar.

    El enemigo interior

    La mayor amenaza para Europa viene de dentro. Los movimientos populistas de derechas en Francia, Italia, Alemania y los Países Bajos están instrumentalizando preocupaciones legítimas de la población y ofreciendo soluciones sencillas a problemas complejos. Su éxito se ve favorecido por el fracaso de los partidos establecidos, que han perdido el contacto con la realidad de la vida de muchos ciudadanos.

    La cohesión europea se desmorona. La solidaridad en la crisis de los refugiados o a la hora de hacer frente a la pandemia del Covid-19 fue, en el mejor de los casos, temporal. Los egoísmos nacionales son cada vez más evidentes y se ven alimentados por una opinión pública cada vez más euroescéptica.

    El camino hacia la soberanía europea

    Si Europa quiere sobrevivir en este nuevo orden mundial, debe tomar decisiones radicales:

    1. Unión Europea de Defensa: El tiempo de los ejércitos nacionales ha terminado. No hay alternativa a unas fuerzas armadas europeas integradas con una estructura de mando unificada, una industria de defensa común y una capacidad de disuasión nuclear.
    2. Soberanía digital: Europa debe invertir masivamente en las tecnologías del futuro. Una infraestructura europea en la nube, microprocesadores propios y una estrategia soberana de IA son vitales para sobrevivir.
    3. Independencia energética: Una combinación energética pragmática que concilie la seguridad del suministro y la protección del clima debe sustituir a la guerra de trincheras ideológica. Esto incluye una reevaluación de la energía nuclear.
    4. Reforma institucional: La Unión Europea debe ser más capaz de actuar. El principio de unanimidad en política exterior y de seguridad paraliza el continente y debe superarse.
    5. Pacto de Migración: Europa necesita una estrategia migratoria coherente que armonice las obligaciones humanitarias con los intereses de las sociedades de acogida. Una protección eficaz de las fronteras exteriores y una inmigración cualificada selectiva deben ir de la mano.

    La verdad incómoda

    Europa se enfrenta a una disyuntiva: o supera los egoísmos nacionales y se convierte en una auténtica potencia geopolítica con autonomía estratégica, o se convierte en un peón entre Estados Unidos, China y Rusia. El camino hacia la soberanía europea será doloroso y exigirá sacrificios fácilmente vulnerables a los ataques populistas.

    Las élites políticas tienen el deber de sincerarse con sus ciudadanos: el cómodo orden de posguerra se ha acabado irremediablemente. Europa será fuerte unida o perecerá individualmente. La reelección de Donald Trump no marca el fin de la alianza occidental, sino que obliga a reinventarla en pie de igualdad.

    El tiempo apremia. En un mundo caracterizado cada vez más por la política del poder y no por la gobernanza basada en normas, Europa no puede permitirse otra década de dilaciones. Las decisiones que se tomen en los próximos años determinarán si Europa sigue siendo un actor activo en el orden mundial o degenera en un museo de grandezas pasadas.

    El imperativo categórico para Europa es: atreverse con la soberanía o perecer. Esto requiere algo más que discursos dominicales y declaraciones eufónicas en las cumbres. Necesita líderes políticos con valor, visión y voluntad de decir verdades incómodas. Está en juego el futuro de Europa y, con él, la idea de un orden mundial que favorezca la cooperación frente a la confrontación.

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